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Las habilidades sociales en niños con TEA

Cuando nos comunicamos, nos relacionamos.De ahí la importancia de saber comunicarnos de forma efectiva, donde además del habla, influyen gestos como la mirada o los sonidos, acciones que nos permiten la relación con los demás,  conocer cómo se siente la otra persona o compartir emociones.

Antes de comenzar a trabajar las habilidades sociales en niños con TEA, es importante que se sientan familiarizados con las pautas de comportamiento del adulto y con el entorno, es decir, el niño  o la niña deberá conocer las rutinas, dotándoles así de una  organización temporal y espacial que les permita anticipar lo que va a pasar y lo que se espera de ellos, incluyendo  en esas rutinas los buenos hábitos sociales de saludar, despedirse, dar las gracias o por favor (si son verbales).

De igual forma hay que conocer al niño, averiguar cómo expresan sus necesidades y estados de ánimo para comprobar si necesitan estrategias para comunicarse de forma socialmente más aceptada:  gritar para pedir agua, no es lo mismo que señalar una botella, una foto o un picto, de igual forma que la acción de morder para expresar negación, puede mejorarse mediante un gesto o un sonido.

Los 3 pilares para empezar a construir relaciones sociales de calidad

1- Comprender y compartir estados atencionales.
Para propiciar la atención selectiva de estímulos sociales podemos utilizar juegos, pero ¿qué son los estímulos sociales cuando un niño es muy pequeño? Se trata de la voz, la expresión facial y los movimientos de los demás. Juegos que  favorezcan el contacto ocular, por ejemplo, llevándonos los juguetes a la cara; Juegos en los que tenga que pedir cosas o darle la posibilidad de rechazar cosas, por ejemplo, pedir los coches para la rampa con la mirada o utilizar algún juguete que no le guste para que se niegue a usarlo. Se trata de modular el contacto ocular en actos comunicativos como peticiones o rechazo. También podemos jugar a “hacernos los locos”, esto es, que el niño se dé cuenta de que no lo estamos mirando.
Asimismo, podemos jugar con instrumentos o pelotas y trabajar la atención auditiva a la voz y la localización de sonidos, por ejemplo, anticipar cuando vamos a tocar un tambor, cantar o lanzar una pelota con la consigna “preparados listos… ¡ya!” o “uno, dos y… ¡tres!”. ¿Y si el pequeño no para quieto? Para favorecer el manejo de los impulsos se empieza por regular el nivel de excitación, para ello es necesario evitar la sobreestimulación, es decir, solo ofrecer estimulación organizada y de acuerdo a las características del niño. Por ejemplo, a algunos les relajan las pompas o la hamaca y a otros les activa demasiado.

2. Conocer los estados emocionales de los  demás
Los niños con TEA tienen dificultades en percibir las emociones lo que no significa que no las tengan. Para trabajar las emociones lo primero es identificarlas mediante imágenes o pictos, después asociar los pictos a imágenes más abstractas y, finalmente, identificar emociones basadas en situaciones. Por ejemplo, alegría con comer un helado o con montar en bici. Según la capacidad que tenga el niño se seguirá trabajando la predicción, es decir, cómo cree que se sentirá una persona según la información dada en una imagen. Por ejemplo, una foto de un niño al que se le cae un helado.

Además, se pueden hacer juegos de mímica en los que se tenga que adivinar una emoción o acción y ver cuentos, como el clásico El Monstruo de colores.
No está mal que nosotros exageremos las emociones para compensar pero sin olvidar adecuar nuestras expresiones y la voz al contexto. Por ejemplo, si nos hemos enfadado decirlo con cara de enfado, cejas arqueadas, mirada fija, boca apretada y un claro y alto “¡Estoy enfadada!”. Si estamos disfrutando de una actividad demostrarlo riéndonos, buscando el contacto ocular, su sonrisa y abriendo los ojos. Se trata de ser más expresivos que de costumbre. Y estar atentos y receptivos a cualquier muestra de conducta del pequeño ya sea enfado, tristeza, búsqueda de
consuelo o rechazo.Todas sus emociones son lícitas y hay que dejarles espacio para gestionar sus estados internos aunque sea frustración. Tampoco hay que olvidar la labilidad emocional que pueden presentar algunos niños, esto es, risas inapropiadas o llantos espontáneos sin venir a cuento.

3. Conocer las normas sociales y actuar en consecuencia.
Que mejor para hacerse con las normas que exponerlo a situaciones sociales como ir a comprar, visitar a familiares y realizar actividades musicales o natación. ¡Y mucho, mucho parque! para facilitar la interacción con otros niños, desarrollar la iniciativa social y la espontaneidad se puede empezar con actividades dirigidas y juegos en paralelo. Por ejemplo, llevar objetos al parque como pelotas, raquetas, cuerdas, pomperos, piezas grandes para hacer torres o un carrito con un muñeco. Podemos introducir los primero juegos de turnos con instrumentos musicales, el juego de la pesca o juegos con dados para negociar quién va primero.

No hay que olvidar que son niños y se cansan, podemos anticiparnos a la fatiga y finalizar el juego de forma positiva antes de que aparezcan reacciones de cansancio o frustración por el nivel de exigencia del juego. Para los más grandes se pueden utilizar imágenes, cuentos, historias sociales o guiones sobre qué hacer en cada situación. Por ejemplo, qué hay que hacer si te quitan algo en el colegio, qué hacer si pierdes o ganas en un juego, qué sucede si rompes algo o cómo reaccionar ante un regalo.

Se trata de ofrecerles códigos de conducta para situaciones concretas, es decir, hacer explícitos los aspectos sociales que un niño con TEA no es capaz de interpretar sin ayuda. Lo más importante para explicar las normas sociales es dejarles claro lo que sí tienen que hacer y lo que no, el por qué y las consecuencias.

Un ejemplo clásico para trabajar las normas sociales son las historias sociales de Carol Gray o los cómics de Marc e Isabelle Monfort. Podemos elaborar nuestro propio material dibujando o que dibuje el niño. Usar cómic con los bocadillos de colores y asociar cada color a una situación o un tono de voz, por ejemplo, los diálogos en amarillo es voz baja, los verdes son pensamientos, los rojos son gritos etc.

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