Supongamos un día cualquiera, suena el despertador, nos desperezamos y rápidamente nuestra cabeza comienza a funcionar, a hacer planes, organizar nuestro día, revisar obligaciones y la forma de llevarlas a cabo de la manera más eficiente.
Por ejemplo, decidimos darnos una ducha para despertarnos y miramos el reloj para saber el tiempo del que disponemos, pero ¿y si mientras tomo una ducha pongo la cafetera?. De repente recordamos que teníamos que hacer un recado antes de llegar al trabajo y modificamos el trayecto de la ruta habitual o bien al salir a la calle está lloviendo y esto nos lleva a un nuevo cambio en nuestros planes. Este ejemplo tan cotidiano en nuestro día a día no sería posible sin un correcto funcionamiento de nuestras funciones ejecutivas.
Qué son y para que qué sirven las Funciones Ejecutivas
El término funciones ejecutivas fue acuñado por la neuropsicóloga Muriel Lezak en 1982, quien lo describió como “el conjunto de actividades cognitivas que favorecen llevar a cabo un plan coherente dirigido hacia el logro de una meta especifica “. Así el neuropsicólogo y neurocientífico cognitivo, Elkhonon Goldberg, utilizó la metáfora del “director de orquesta”, que identifica a los lóbulos frontales, como sustrato anatómico principal de las funciones ejecutivas, que serían los encargados de recibir información del resto de estructuras cerebrales, coordinándolas entre sí, para realizar conductas dirigidas a un fin.
Por tanto, las FE son un conjunto de habilidades implicadas en la generación, la supervisión, la regulación, la ejecución y el reajuste de conductas adecuadas para alcanzar objetivos complejos, especialmente aquellos que requieren un abordaje novedoso y creativo, cuyo sustrato anatómico las sitúa en los lóbulos frontales del cerebro.
Entre las habilidades cognitivas que componen las funciones ejecutivas destacan las siguientes:
– Flexibilidad: Capacidad para adaptarnos a situaciones novedosas, inesperadas o cambiantes, permitiéndonos realizar cambios en algo previamente planeado.
– Memoria de trabajo: es un almacén temporal de información que nos permite el procesamiento y manipulación de dicha información durante un determinado periodo de tiempo.
– Monitorización: es la habilidad de supervisar la conducta que se está realizando para conseguir la meta establecida.
– Planificación: es la capacidad de hacer planes futuros y de los pasos a seguir para su consecución.
– Toma de decisiones: nos permite elegir una opción entre varias posibles en un momento dado.
– Inhibición: es la capacidad para controlar respuestas impulsivas e ignorar la información irrelevante cuando estamos realizando una tarea.
– Razonamiento: es la facultad que permite resolver problemas, extraer conclusiones y aprender de manera consciente de los hechos, estableciendo conexiones causales y lógicas necesarias entre ellos.
– Estimación temporal: la habilidad de calcular de manera aproximada el paso del tiempo y la duración de un suceso o actividad.
– Resolución de problemas: Capacidad de llegar a una conclusión lógica ante el planteamiento de una incógnita.
Alteraciones en la Función Ejecutiva
En algunos trastornos del neurodesarrollo, como el trastorno por déficit de atención con o sin hiperactividad (TDAH), el autismo, el síndrome de Gilles de la Tourette, la fenilcetonuria, el síndrome fetal alcohólico y la epilepsia, existen en mayor o menor medida alteraciones en la función ejecutiva, que pueden llevar a la aparición de algunos de los siguientes síntomas:
- Dificultad para generar conductas con una finalidad.
- Problemas para prestar atención a distintos aspectos de un problema al mismo tiempo.
- Dificultad para focalizar la atención de forma flexible.
- Problemas para inhibir tendencias espontaneas que conducen a errores.
- Excesiva actividad en tareas irrelevantes o bien su pobre regulación de la actividad frente a la exigencia de una determinada situación.
- Baja capacidad para mantener la conducta durante un periodo relativamente largo (motivación).
- Reducida retención en la memoria de trabajo de información necesaria para una acción.
- Dificultad para captar lo esencial de una situación compleja.
- Dificultad para resolver problemas de forma planificada y estratégica.
- Escasa resistencia a la distracción.
- Falta de habilidad para manejar el tiempo.
- Dificultades en el control de impulsos y dificultades en la capacidad para demorar recompensas.
- Alteración en la regulación de las emociones, la motivación y el estado de alerta.
La rehabilitación de las funciones ejecutivas pretende mejorar la capacidad para organizar las secuencias de la conducta y orientarla hacia la consecución de los objetivos deseados. Por tanto es importante que los objetivos de trabajo estén encaminados a fomentar una mejor adaptación al medio de la forma más autónoma posible, buscando así mejorar la calidad de vida de la persona, su integración al entorno social y la mejora en el ajuste organizativo de sus tareas cotidianas.